Y no lloré más, porque mi mente mancillada no tenía más lágrimas para ti padre. Hace dos años tuviste la mala idea de morirte, ¿por qué? si aún teníamos que celebrar mi graduación, el cumpleaños de alicia, tus sesenta y un millón de disgustos que teníamos en la lista de espera. No lloré más porque dentro de mi lo intuía, debía llorar por la contaminación, por Enrique, por el precio del petróleo y por la lejanía del mañana. Nada más triste que llorar por ti.
Ahora espero que el polo no se deshiele más, que madre se case con un alemán y que las sonrisas nos salgan baratas. Quiero que regreses, que me reclames tardíamente, no importa padre, porque tu amenaza es más indolora que tu ausencia, porque me dejaste sin padre, porque me dejaste sin ti.
Abro la urna y no veo a padre, sino lo que queda de el...
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